Intentó llegar, pero nadie la
esperaba.
Ha llamado a las puertas del mundo
sin dar tregua a los hombres
para que arriaran
sus banderas.
Se quería colar en las mentes de todos
e inundar sus casas de gritos certeros,
pero fallaba una y otra vez...
Pasó entre las piernas de los
poderosos
intentando amarrarlas a su yugo.
Anduvo entre las camas de los débiles dándoles
consuelo.
Arribó en todos los puertos
sin pedir permiso al naviero.
Aterrizó en todas las pistas
junto
con aviones preñados de bombas,
Y la hirieron.
En las pantallas de nuestros ojos mostró su
cruel y dolida herida.
Se arrastró entre muros de cultura desolados,
entre los hombres muertos en batalla derramó
sus lágrimas
y entre las ramas quemadas de
los árboles
cogió la fuerza para proseguir su vuelo,
y voló.
Quemada por su destino cruel,
hundida en un terror ciego,
y voló.
De bomba a misil,
de incendio a fuego.
Repitió la cruel historia que llevaba viviendo
miles de años o quizás más.
Quizá ella nació un día de tormenta
entre gritos de muerte,
fue su madre la sangre
y su padre la guerra.
Quizá fue una rebelde condenada a pedir lo
imposible
o un mero irrealizable inventado por algún poeta
o por un loco,
o por alguien que aburrido de tanta mierda
decidió crear una bella utopía.
Y la creó.
y la parió al mundo,
y le puso un nombre,
y le dio libertad.
Libertad para ver lo que hacían de ella,
para que se paseara por la tierra gritando su
invento.
Y el invento nació de los hombres.
Y la pusieron en sus banderas.
Y la mataron.
Y la renacieron.
Para pisarla de nuevo.
Teresa Fernández