domingo, 16 de junio de 2013

Relato corto


Una mujer invisiblemente perfecta

 
Al pasar por el espejo no me vi. Retrocedí poniendo atención: la imagen no estaba donde debía, en aquel espejo que tenía colocado en mi dormitorio para vigilar los cambios. Caí en la cuenta: ya no habría más cambios y mi cuerpo había decidido no verse proyectado. No tenía cuerpo.

             La juventud se había pasado y la belleza había empezado a marchitarse. Entonces decidí quitar las estrías de aquel embarazo; luego me hice un liposucción para mejorar mis piernas y mi abdomen; al poco, los círculos que rodeaban mis ojos desaparecieron en manos de un experto cirujano; más tarde, estiré la piel de gran parte de mi cuerpo. Estaba cambiando, me sentía hermosa aunque un poco alejada de la imagen que siempre me había devuelto mi espejo. Así que, como todos me veían perfecta, decidí subir mis pómulos, ampliar mis labios y volver a retocar de nuevo partes de mi cuerpo que aún podían mejorar. Lo malo es que ya no me reconocía en el espejo. Pero no importaba, al fin y al cabo seguía siendo yo, ¿o no? De pronto, sin que mi imagen me avisara, comenzaron a desaparecer del cristal partes de mi cuerpo. Todo por orden, por orden de arreglo: mis muslos, mi abdomen, mis brazos, todo se desvanecía, y siguió pasando, mis labios, mis pómulos, y al final, mis ojos. Ahora deambulo por la vida, pero ya no soy yo. Ahora soy invisible, pero estoy perfecta.