Cada vez que
sus lentos pasos
intentaban
llegar a su pequeña meta
establecida por ella misma,
la oscuridad
la apartaba mas y más de su destino.
No sabe en
que momento
su vida
empezó a caer en ese pozo del olvido.
Una mañana se
levantó y ya no se conocía,
y aún más,
le costaba
reconocer todo lo que estaba a su alrededor.
Poco a poco,
las cosa
antes tan queridas
empezaron a perder su sentido.
Primero fue un simple tenedor,
ya no estaba muy segura de para qué servía.
Luego fueron las calles,
después, las palabras,
los rostros,
los signos.
El mundo se
convertía por momentos en una negra pizarra
donde no había escritos.
Hasta que un
día
empezó a olvidar que se le olvidaban las cosas,
y en ese instante su mundo volvió a ser suyo
y de nadie
más.
Recuperó la
filosofía del instante vivido
y por unos segundos
volvió a ser
feliz.