Antes
yo no recorría estos caminos.
Mis pasos,
libres de todo,
volaban
alto entre las olas de mi eterna playa.
Eran
otros tiempos, al menos más míos.
Mis ojos
radiantes descubrían el mundo;
y amaba... y me dejaba amar.
Desnudaba
entre unos brazos el futuro por venir
dejándome
llevar sin reparos por las ondas de la vida.
Y ésta me ofrecía, abierta a todo,
la mejor
de sus sonrisas,
como
útero fértil esperando la cosecha.
Era la
inocencia quien guiaba mis deseos.
Ahora,
la inocencia perdida,
ya no
crecen con tanta fuerza entre mis ramas
nuevos
tallos.
Me muevo
en el limitado mundo de lo conocido,
y las
flores primaverales hace tiempo
que empezaron a abrirse más tardiamente
cada
estación.
Pero
sigue saliendo el sol cada mañana
y anocheciendo tras mi ventana la luna.
Y yo
sigo haciendo pequeñas veredas
recorriendo
atajos y recuerdos,
inaugurando
noches y soñando días.
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