domingo, 8 de enero de 2017




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  DEL RENACER Y OTRAS HISTORIAS


Por aquel entonces fueron los sueños los dueños de mis horas. Escogí alejarme del murmullo de los días para así redimirme entre los huecos de las emociones. La soledad se hizo presa de un tiempo donde tan sólo me pertenecían mis sentidos. Un rincón en la verde hierba al lado de un manantial era el lugar imaginario que sostenía mi consuelo oculto. Allí todo fluía con el agua, curando con su fuerza, atrapando sueños entre las motas de polvo que transportaba el aire.

Pero ese rincón se fue difuminando clandestinamente en mi memoria porque era ella la que lo retenía a mi lado intentando alejar el olvido. El día en que mi recuerdo decidió desvanecerse y dejar atrás su naturaleza, durante un tiempo, mientras desaparecía de mi historia, lo evoqué en la suavidad del viento sobre unas piedras solitarias, en el manar del agua al romper contra la orilla, en el verdor de la hierba adherida a mi ropa.


 Más tarde, cuando todo empezó a cobrar de nuevo sentido, me quedó el lugar donde puse en orden mis recuerdos, arrojé a la tierra mis manos vacías y busqué un futuro reflejado en la corriente. Pero ese rincón no sobrevivió al paso del tiempo porque se lo llevó el entusiasmo de estar de nuevo viva. Un tiempo muerto que se fue, dejé de retener, alejé de mi camino, desligué de mi realidad y del continúo paso de las horas; un tiempo desterrado y extraviado en una búsqueda maldita que se perdió de entre los vacíos de mi existencia.


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